CON EL VIENTO A FAVOR

Me asomo a cubierta cada cierto tiempo

para comprobar

si el viento es favorable.

En cuanto esto ocurra,

izaré las velas

para no perder un segundo

y surcar las olas como una bala.

Calma total.

Sigo a la espera.

Duermo o simplemente descanso.

Luego, no habrá tregua.

Cuando el viento sople,

lo hará como un poseso.

Siempre lo hace.

Y habrá que sujetarse.

Mis sentidos alertas

esperan la nueva dirección

que indicará la brisa al levantarse

hasta tomar fuerza.

Entonces, me haré una con el aire.

Tengo esto decidido:

Solo navegaré con el viento a mi favor.

Pero practicaré con él en contra

para curtirme y ganar mis propias batallas.